Graves incidentes en los prolegómenos del partido Athletic Club de Bilbao y Olympique de Marsella, correspondiente a la Europa League. Durante al menos dos horas antes del partido, los aficionados franceses desfilaron en nutridos grupos por el centro de Bilbao entonando cánticos, tirando botellas a la gente, destrozando terrazas de bares, etc. Enseñoreándose en definitiva de la ciudad.
Al evento, lógicamente, acudieron las unidades de la Brigada Móvil de la Ertzaintza aunque sin tener entrada, esto es broma. Lo serio viene ahora, ¿cómo es posible que se causaran tantos destrozos si el partido ya estaba previsto que fuera de alto riesgo y debía contar con un dispositivo especial? En las imágenes grabadas por Luis Calabor entre los energúmenos franchutes no se ve, esto lo tengo que decir, un especial ánimo violento hacia los policías. Si se fijan, queda casi todo en bravatas, lo que quiere decir que con una intervención quizá un poco más contundente se hubieran evitado la mayoría de esos destrozos e incluso algunos de los heridos que se registraron.
Según denuncian la práctica totalidad de sindicatos, la orden era de, ante todo, no utilizar el material antidisturbios y refrendaba esta orden la complementaria prohibición de desprecintar las bolsas de proyectiles de los lanzadores. Algo parecido ya pasó con los saqueos de los antisistema por todo Bilbao cuando en 2014 se reunió en esta ciudad el Foro Monetario Internacional. Por cierto que esa vez, no había más que estar en la calle para ver lo que se venía encima. En aquella y en esta ocasión, en ambas, la vergonzante inacción de la Ertzaintza propició el que hubiera robos, daños, violencia y heridos, algunos de ellos policías. Hasta se llegó a volcar un furgón de la Policía Local.
Uno comprende que desde la desgracia del caso Cabacas, aquel chico al que impactó una bola de goma y lo mató en los aledaños de San Mamés, todo el mundo ande con miedo, es lógico. También lo tendrán los médicos o los pilotos cuando suceda algún accidente de los que son propios de su profesión y conllevan pérdida de vidas. Pero, a diferencia de la Ertzaintza, vuelven a realizar intervenciones quirúrgicas y a pilotar sus naves porque es su puto trabajo y les pagan para ello.
A los ertzainas les pagamos para que garanticen nuestros derechos y nuestra tranquilidad y a sus jefes para que asuman la responsabilidad de dar las órdenes pertinentes. Vayan estos señores responsables a decirles a los hosteleros o simples ciudadanos que fueron agredidos, que no se atreven a asumir sus funciones porque no quieren tener problemas. Eso sí, díganles también, que lo que cobran no están dispuestos a perderlo y que, como sabemos todos, aquí jamás le quitan un euro al que no hace. Los expedientes y los problemas son siempre para el que toma decisiones y las ejecuta. Además, nadie saca mando en plaza para verse en los juzgados. A estos es mejor que vayan los indios.
A mí me consta, porque les conozco y lo sé, que hay un enorme descontento en el cuerpo de la Ertzaintza, como lo hay en muchos cuerpos de policías locales que han copiado la misma forma de hacer las cosas. Trabajadores a los que se les pide que aguanten los palos sin responder, que se traguen las recriminaciones de los ciudadanos vapuleados sin poder sincerarse y decirles que, allá en algún despacho, un tipo que cobra tres veces lo que ellos y gasta coche oficial hasta para irse de copas les dice que no sean quejicas y que no se les ocurra liarla. Porque esto es así, estos responsables han asumido ya lo que nos decía la retórica borrokil de hace años, que la culpa de que se líe es de la policía por aparecer. Que si no llegan, los chavales se limitan a quemar cuatro o cinco coches, apalear a un par de viejas y la cosa se arregla sola. Más o menos.
Vamos a ver, ¿para qué cambiaron las escopetas y las pelotas de goma por los lanzadores y los proyectiles de goma espuma? ¿para que hicieran bonito en las fotos?, se ve que sí. Vuelvo a lo de siempre, a predicar en el desierto y a hacerme enemigos en las altas esferas, pero la verdad no tiene más que un camino y si uno escribe de estas cosas es para rendirle honor. Y la verdad es esta: la policía la gobiernan pusilánimes, gentes con el culo blandito de estar aposentado en sillón de cuero y maneras finolis de andar arrastrándose de despacho en despacho a la caza de otro palomilla en la hombrera.
Mientras, en la calle, seis tíos de negro apretujados en una furgoneta se preguntan para qué coño les hicieron jurar que defenderían a su pueblo. Y no hay quien les responda.